Cuando despertó se sintió
cansado y sus párpados pesaban más de lo normal, creyó que todo había sido una
incómoda pesadilla. La multitud empezó a exasperarlo, odiaba tantos esos
enormes ríos de gente, tantos rostros sin nombre. Su avanzada edad no le permitía
andar con la misma fluidez de las prisas de la gran ciudad. El aire empezó a
escacear en sus pulmones y su vista comenzó a nublarse.
La soledad invadió las
cuatro paredes blancas a su alrededor y un silencio incómodo que sólo llamaba a
la muerte se apoderó de la habitación.
Pensaba en aquellos
jóvenes años en los que entre la promiscuidad y el amor, había dejado a este
último perder todas las batallas. No tenía quién agarrara su mano para darle
fuerza, ningún hijo que le dijera que todo iba a estar bien, ni siquiera la
presencia de un amigo, nada, nadie.
En ese momento entró
ella, casi creyó que había muerto y que era ella el ángel que había descendido
a juzgar su suerte. Disculpe, me he equivocado de habitación -dijo ella-, volteó
y emprendió su camino hacia afuera. Espera -dijo él con su voz exhausta y un
gran esfuerzo-, acércate. Ella lo dudó unos 5 segundos y tímida se acercó hasta
sentarse en una silla al lado de su cama.
No tengas miedo, solo
quiero un poco de compañía. Recordó las ansias que calmaba un cigarrillo cuando
el corazón sentía la ausencia de lo que nunca había tenido. Muchas veces las prisas
nos hacen tomar decisiones erradas por las razones equívocas, mi caso tal
vez, fue el temor a enamorarme -comentó
mientras expresaba su arrepentimiento-.
Ella se puso de pie y dio
unos pasos buscando la puerta por la cual había ingresado.
-Si volviera a nacer, me
enamoraría seguramente de una sonrisa como la tuya, dijo él de nuevo con gran
esfuerzo.
- Atónita y desconcertada
respondió, Aún no me has visto sonreír.
-Lo sé, tienes razón, aún
no lo hago. Pero me la imagino.
Cual artista sobre lienzo
pintó una sonrisa en su cara. Sus ojos cerraron tranquilamente y su alma se
preparó para descansar. Dos minutos después un nuevo llanto se escuchó en la
sala de partos.
Me encanta cómo recreas los más profundos sentimientos oscuros del ser humano. Así somos. Y muchas veces en mi opaco sentir, trato de transportarme a uno de esos espacios que mi mente imagina; me hace sentir que mi corazón, más que mi cuerpo, está vivo.
ResponderEliminarFascinante. Un saludo especial.