lunes, 13 de febrero de 2012

Morir de amor


Cuando despertó se sintió cansado y sus párpados pesaban más de lo normal, creyó que todo había sido una incómoda pesadilla. La multitud empezó a exasperarlo, odiaba tantos esos enormes ríos de gente, tantos rostros sin nombre. Su avanzada edad no le permitía andar con la misma fluidez de las prisas de la gran ciudad. El aire empezó a escacear en sus pulmones y su vista comenzó a nublarse.

La soledad invadió las cuatro paredes blancas a su alrededor y un silencio incómodo que sólo llamaba a la muerte se apoderó de la habitación.

Pensaba en aquellos jóvenes años en los que entre la promiscuidad y el amor, había dejado a este último perder todas las batallas. No tenía quién agarrara su mano para darle fuerza, ningún hijo que le dijera que todo iba a estar bien, ni siquiera la presencia de un amigo, nada, nadie.

En ese momento entró ella, casi creyó que había muerto y que era ella el ángel que había descendido a juzgar su suerte. Disculpe, me he equivocado de habitación -dijo ella-, volteó y emprendió su camino hacia afuera. Espera -dijo él con su voz exhausta y un gran esfuerzo-, acércate. Ella lo dudó unos 5 segundos y tímida se acercó hasta sentarse en una silla al lado de su cama.

No tengas miedo, solo quiero un poco de compañía. Recordó las ansias que calmaba un cigarrillo cuando el corazón sentía la ausencia de lo que nunca había tenido. Muchas veces las prisas nos hacen tomar decisiones erradas por las razones equívocas, mi caso tal vez,  fue el temor a enamorarme -comentó mientras expresaba su arrepentimiento-.

Ella se puso de pie y dio unos pasos buscando la puerta por la cual había ingresado.

-Si volviera a nacer, me enamoraría seguramente de una sonrisa como la tuya, dijo él de nuevo con gran esfuerzo.
- Atónita y desconcertada respondió, Aún no me has visto sonreír.
-Lo sé, tienes razón, aún no lo hago. Pero me la imagino.

Cual artista sobre lienzo pintó una sonrisa en su cara. Sus ojos cerraron tranquilamente y su alma se preparó para descansar. Dos minutos después un nuevo llanto se escuchó en la sala de partos.


1 comentario:

  1. Me encanta cómo recreas los más profundos sentimientos oscuros del ser humano. Así somos. Y muchas veces en mi opaco sentir, trato de transportarme a uno de esos espacios que mi mente imagina; me hace sentir que mi corazón, más que mi cuerpo, está vivo.
    Fascinante. Un saludo especial.

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